jueves, 21 de agosto de 2014

VISITA A LA CÁRCEL PICOTA

El pasado jueves 14 de agosto tuvimos una visita a la cárcel Picota de Bogotá, además del frío que calaba los huesos y de una mirada a los espacios exteriores del centro de reclusión no pudimos tener una experiencia más cercana de contacto con algunos internos como habíamos planeado en la gestión de más de un mes que se realizó para llevar a cabo la vista. La razón: La falta de comunicación y la claridad del sentido que tiene una salida como esta para los distintos actores. En la sede central del INPEC, donde nos atendieron muy bien, nos dicen una cosa; y en el establecimiento carcelario nos dicen otra. Nada extraño en los procesos burocráticos que son la constante en este país tan legalista y al mismo tiempo tan inclinado a lo ilegal.

Sin embargo, una importante experiencia en la comprensión de la realidad carcelaria, una vivencia similar a la que sufren los reclusos y sus familias cuando cada quien tiene su ley y no se informan oportunamente las cosas a los principales interesados.

Comprobamos una vez más cómo el sistema imposibilita la labor de "resocialización" que según las buenas leyes, es el principal objetivo de la detención intramural. No es culpa de los internos, no es culpa de los trabajadores del INPEC; es responsabilidad del Estado, pero el Estado somos todos y cada uno, y en lugar de hacer el mejor esfuerzo personal para que las cosas salgan bien, lo que hace la mayoría es dejarse llevar por el sistema; por las cosas como están; nos atemoriza pensar las cosas desde otra perspectiva e intentar un cambio. Lo más común es que las personas no reconozcan la responsabilidad social que tienen. Los muchachos que nos atendieron en el penal tuvieron dificultad para explicarle a una niña cuál era el sentido de su presencia en ese lugar, de su trabajo. ¿Para dónde va un barco en el que sus navegantes sólo luchan cada día por sacar el agua que se filtra pero no ven el norte que orienta su tarea?

No todo es malo. Nos contaron que una Universidad de forma presencial llega a la cárcel a orientar proyectos pedagógicos y que graduará a varios internos de derecho el presente año. Esas tareas dignas de mención, seguramente requieren de un esfuerzo titánico, de internos, instructores, familias y profesionales universitarios que tienen que luchar contra los obstáculos que la máquina absurda del Sistema pone a cualquier intento de hacer las cosas distinto con la intención real de mejorar y de salir adelante.

Después de hablar con los chicos me doy cuenta de que la salida fue muy positiva y productiva, pese a la frustración de no ir puertas adentro, entendimos de primera mano cómo funciona la cárcel; como una pequeña ciudad, donde hay clases sociales, normas más o menos absurdas que siempre hay alguien tratando de evadir; convivencia cotidiana de alrededor de 8.000 personas en un espacio adecuado para 4.000 (eso dice una investigación del periódico El Tiempo del año 2013) creo que ellos deben aprender a ser más tolerantes y sociables que cualquiera de nosotros. Una sociedad pequeña que no es más que el reflejo claro y absoluto de nuestra sociedad colombiana que no se quiere salir de esquemas morales obsoletos para entregarse a la solidaridad, al reconocimiento y respeto por el otro sin importar su condición; encontrar la paz va a pasar primero por todo este ejercicio de recomposición de los VALORES al que todos debieramos apostar.